Por Luz Elena García
Ahora más que nunca tenemos acceso a muchos libros, diccionarios de todo el mundo para poder obtener un léxico más avanzado, con un solo clic podemos encontrar la manera de decir lo que se nos ocurra en chino, inglés, francés o cualquier idioma que se te ocurra y es por eso que no entiendo qué está pasando con la sociedad, tenemos miles de palabras para describir todo lo que nos pasa, lo que sentimos, pero parece que no conocemos el verdadero significado de lo que estamos diciendo.
No comprendo a la gente que “sufre” de depresiones porque su ex novio con el que duró 2 meses ya anda con otra niña, que tiene que “luchar” cada día por levantarse de la cama porque es muy duro lo que está pasando. Una depresión es una enfermedad, y gente que ha pasado por verdaderas batallas, y hasta personas que han perdido a sus padres o a uno de sus hijos, se levantan con ánimo para vivir un día nuevo. Recuerdo un día cuando iba de voluntaria a hacer servicio social a un orfanato, una niña me contó como vio a su madre tratar de suicidarse y aun así conservaba su inocencia y una sonrisa que muchos de nosotros deberíamos imitar.
Me cuesta trabajo escuchar a los jóvenes que sienten “impotencia” porque sus papás no quisieron comprarles un viaje, hacen berrinche ya que no recibieron el regalo que ellos querían, sólo porque nunca en su vida han pasado por el dolor de no tener con qué alimentar a sus hijos o de no tener nada que comer, de no poder proveer de la atención médica necesaria a algún ser querido y tener que ver su sufrimiento con la resignación de ya no tener nada por hacer a su alcance.
Es difícil ver a estudiantes “estresados” sólo por ocupar un pupitre para calentar el lugar porque no saben valorar la fortuna de poder estudiar en una de las mejores universidades de su país mientras que hay jóvenes que tienen que tomar tres o más camiones, trabajar doble turno para estar en un salón donde es probable, recibirán una educación mediocre que les dará pocas herramientas para poder superarse pero eso sí, el fin de semana en el antro pueden gastar $10,000 fácilmente porque no conocen el valor del dinero, todo lo han recibido fácil, por lo que es fácil dejarlo ir.
No entiendo cómo piensan que ser “gente bien” es ser parte de una familia de “x” apellido o que tiene mucho dinero. Por qué una persona que trabaja todos los días sin descanso, que gana el salario mínimo y que vive su día más honestamente que muchos de nosotros no puede ser considerada “gente bien”. Para ser franca, en las “clases altas” es muy fácil encontrarte con hijos de políticos, de empresarios que reciben o que dan grandes mordidas, que viven de las chuecuras que hicieron pero nadie dice nada. Es más, algunos se sienten orgullosos de conocer a gente como ellos.
No nos hemos dado cuenta de lo ridículos que nos vemos cuando estamos “enojados” porque no tenemos nada que ponernos, o porque no nos quisieron comprar más atuendos simplemente por el hecho de que no sabemos lo que es pasar frío, no sabemos lo que es ir con un hoyo en la suela del zapato. Pero, eso sí, cuando llegamos a un alto y vemos a un niño descalzo, queremos hasta llorar aunque a la hora de comprarnos los tacones nuevos no decidimos sacrificarlos para darle un par de sandalias al niño que nos pidió para comer.
Cuánta gente no conoce el verdadero significado de ser y de tener un amigo, porque creen que la “amistad” se hace en función de cuánto dinero tienen los demás en su cartera o a los lugares a los que nos puedan invitar, nos hemos hecho tan egoístas que no sabemos ser amigos y sólo queremos recibir, como si mereciéramos todo por el simple de hecho de existir. A veces sería bueno perder absolutamente todo para ver quién permanecería a nuestro lado. ¿Te has preguntado cuántos de tus amigos son capaces de reconocer cuando estás triste y no dices nada? Porque esa es una verdadera amistad, no la que te acompaña cuando te ves hermosa y tienes el mejor plan de la noche, sino la que sacrifica esa salida para estar contigo, cuando así lo necesitas.
Cada quien tendrá sus problemas, pero les aseguro que es muy diferente la razón por la que llora un niño en cuna de oro a por lo que llora un niño que no tiene cuna. Personalmente, agradezco a la vida todos los problemas que me ha dado, el no obtener todo de manera fácil porque eso me ha llevado a dejar de llorar por estupideces. Sí es cierto, yo tampoco he sufrido la impotencia de no poder alimentar a mis hijos, no he pasado el dolor de morirme de frío pero, hasta el momento, he logrado conservar mi empatía hacia los demás y no me he hecho tan vacía como para no darme cuenta de que palabras como depresión, enojo, impotencia, sufrimiento, estrés o amistad no son cualquier palabra, al menos no una que todos podemos pronunciar y sentir al mismo tiempo.
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